No hay muchos coches que mantengan su éxito durante más de tres décadas y se conviertan así en modelos casi legendarios. Pero el Alfa Romeo Spider es uno de ellos. Suavemente modificado una y otra vez, y adaptado al espíritu de la época, el modelo lanzado en 1966 sobrevivió a todos sus competidores y se vendió hasta mediados de los años noventa.
Cuando Alfa Romeo presentó la cuarta serie del Spider en 1990, el modelo ya contaba con una notable carrera a sus espaldas. Presentado originalmente en 1966 como 'Duetto', el biplaza descapotable fue diseñado por Pininfarina y su desarrollo continuó durante casi tres décadas.
Sin embargo, la arquitectura básica siguió siendo la misma: propulsión trasera, un motor de cuatro cilindros bajo el capó y el inconfundible y elegante diseño del carrocero italiano. Así, el Spider se convirtió en un veterano de la automoción a principios de los años 90, y eso es precisamente lo que lo hizo encantador, pero también vulnerable.
Estilo frente a los nuevos adversarios
Si no nos crees, te recordaremos que, en 1989, se lanzó el Mazda MX-5, un roadster fresco, ligero y asequible que revitalizó la clásica receta británica con precisión japonesa. Al mismo tiempo, Lotus rompía con la tradición y lanzaba el Elan M100, por primera vez con tracción delantera, pero dinámicamente al día gracias a la turboalimentación.
Y con el MR2 (segunda generación de 1989), Toyota ponía sobre la mesa un coupé con motor central y opción Targa, que combinaba maniobrabilidad y tecnología en un conjunto moderno. Al lado de estos recién llegados, el Spider resultaba encantador y sofisticado, pero claramente de otra época.
Alfa Romeo respondió con refinamientos visuales y técnicos. Los llamativos paragolpes de plástico se mantuvieron, pero pintados en el color del coche y mejor integrados en el diseño. Junto con unas luces traseras rediseñadas, una carrocería más limpia y un interior de mayor calidad, el Spider conseguía un aspecto más maduro.
En el interior había materiales mejorados, superficies de mejor tacto y acabados en Alcantara de serie en los asientos, así como cuero opcional, también para el volante. También se incluían nuevas alfombrillas y cierre centralizado, mientras que la dirección asistida estaba disponible por primera vez, lo que hacía que el descapotable fuera notablemente más cómodo en el tráfico urbano.
Motor: una delicia visual, técnicamente sólido
Bajo el capó, se mantuvo el probado motor de 2 litros y cuatro cilindros con doble árbol de levas y distribución variable (VVT). Con 120 CV a 5.500 rpm y 181 Nm de par, el Spider alcanzaba una velocidad máxima de 190 km/h y aceleraba de 0 a 100 km/h en unos 10 segundos.
No eran cifras emocionantes comparadas con la competencia, pero el motor brillaba por su carácter: el sonido gutural y un buen régimen de giro, en combinación con la caja de cambios manual de cinco velocidades, aseguraban una auténtica sensación de roadster.
En cuanto a la tecnología del chasis, Alfa siguió confiando en una combinación de suspensión independiente con horquillas triangulares en la parte delantera y un eje rígido con muelles helicoidales en la parte trasera: conservador, pero robusto y con mucha respuesta.
La dirección era precisa, el comportamiento ágil y, en carreteras sinuosas, el Spider ofrecía una experiencia de conducción sorprendentemente intensa a pesar de su edad.
En 1993 se habían producido unos 21.400 ejemplares de la Serie 4, todos ellos ensamblados en la fábrica de Pininfarina, cerca de Turín. Esto marcó el final de la era del Spider clásico: el sucesor de 1995 (serie 916) llegó con tracción delantera y una tecnología completamente nueva, una ruptura con la tradición.
Precisamente por eso, el Spider de 1990 se considera ahora el último representante de una línea que ha encarnado la idea del roadster italiano purista durante casi tres décadas.
